Gratitud: la escritura de las estrellas
Por: José de Jesús
Marmolejo Zúñiga
"Cuando tomes
agua recuerda siempre la fuente" nos expresa un aforismo chino, de la
misma manera, en la vasta sabiduría oriental, encontramos esta preciosa joya
"la gratitud es la memoria del corazón" en este caso de Lao Tse.
Para que pueda
despertar la gratitud, deberá el ser humano convivir con dos fuerzas poderosas:
el amor y el temor enunciados por Freud, la razón y la pasión de Bécquer, las
Alas y el Plomo de Bacon. Como la enredadera que abraza al fuerte tallo del
árbol frondoso, crecen de manera conjunta y se confunden a menudo, en angosta
balanza se sopesan sus frutos con el único equilibrio de la conciencia.
En la armonía de
esos encuentros encantadores y desencantados, que al mismo tiempo es mar de
contradicciones, el ser humano presenta el vaivén de las olas, encarna la
expresión de Neruda "confieso que he vivido", y con valentía, camina
para dejar, también para alcanzar; en
palabras de Octavio Paz "canta, para olvidar su vida verdadera de mentiras
y recordar su mentirosa vida de verdades".
Para poder expresar
gratitud, hay que vivir y buscar ser. En el camino, nada más provechoso que un
buen maestro y una trayectoria verdadera, sin saltos cuánticos que vayan
dejando tu forma como sombra ni tú esencia como un hueco incapaz de sentirla.
El exaltar lo
positivo del otro es pues una forma de vida, aun cuando se tengan razones de
encomio pues bien es conocido que “el mal se devora a sí mismo pero si no lo
combatimos con el bien, aparecerá nuevamente bajo otra forma diferente”, ésta se
aproxima a una extensión de la frase “el
orgulloso se devora a sí mismo” de Shakespeare o “el solitario se devora a sí
mismo” de Nietzsche. En este sentido decidir habla mal en lugar de agradecer,
también destruye en sí mismo la imagen de integridad.
En torno a lo que
podemos ver de negativo en el otro, frecuentemente está marcado por un valor en
latinoamerica: el de la igualdad. Criticamos a quien es diferente, al que tiene
más, al que debería tener lo mismo y también a quien no debería tenerlo. Muchas
veces con una cierta objetividad pero otra veces en un feroz batalla contra
nosotros mismos, es decir, combatimos contra el camino secreto que nosotros
mismos hemos elegido para recorrer la vida, pero que como espacio inusitado,
buscamos que no se encuentre al alcance de otros. Dicen los que conocen del
tema que, el valor, en contraparte, más impulsado por los americanos es la
libertad. De ahí que para nuestras causas, entre ellas la mencionada, las
transformaciones de pensamiento son costosas, metamorfosis, como al estilo de
Kafka, para los otros, evolución.
Quizá en el
intercambio frecuente de gratitud por crítica o de reconocimiento por
denostación, tengamos un poco de romanos, aflora nuestra parte latina y
sopesamos de manera más frecuente la segunda. Ante ello, recordamos a Séneca
que buscando equilibrar la crueldad de Nerón utiliza un ejemplo de empatía con
el emperador: ¿Acaso ante tus errores Zeus te envía un rayo?
Sin embargo, lo que
se agradece no debe hacerse por coerción, tampoco por una regla social, mucho
menos por conveniencia, al ser un valor debe aplicar la frase de Kant y
recordar que “la virtud es el premio de la virtud misma”.
Cuando de otro se
trate de opinar, deberemos abandonar la fugacidad del momento para recurrir a
la diosa poderosa que mencionaba Platón, la memoria, para recordar lo positivo en
el otro, para no evaluar mal por premura o pasar por alto algún alto esfuerzo,
compromiso, actividad o actitud que también debamos valorarle. En nuestra
cotidianidad, en la época de las redes sociales son pocas las coronas cívicas
entregadas, los amigos no construyen escudos de armas para los suyos como dando
nuevamente el grado de noble a los que aman pero sí es posible destruir una
trayectoria en minutos a través de la infamia. Por ello, en contraparte, es muy
válido el consejo de Alfred de Vigny “apresúrate a apreciar lo hermoso”.
Lo siguiente para
ser agradecido, será escoger las palabras, que como nos lo relata Eduardo
Galeano están ansiosas en frascos, esperando ser probadas y elegidas por los
poetas, a continuación, con prisa también pero disfrutando el instante podemos
dejar el presente para convertirnos en cultura, también en presencia,
recordando finalmente una reciprocidad de la que forma parte la humanidad:
Soy hombre: duro poco y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender comprendo: también
soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea. Octavio Paz